viernes, 6 de noviembre de 2009

Pedro Pascacio de Jesús Morales Pino


Los primeros años de vida del compositor tuvieron lugar en el ambiente sencillo y pobre de la casa materna en Cartago. Allí estudió tiple, al lado de José Hoyos, y bandola, con Ramón Antonio de la Peña. Residió luego en Ibagué y llegó a Bogotá a realizar estudios (c.1878), gracias al interés del educador Adolfo Sicard Pérez. En la capital asistió al colegio, desarrolló su habilidad de dibujante en la academia de Felipe S. Gutiérrez y, según la mayoría de sus biógrafos, inició estudios musicales formales en la Academia Nacional de Música, fundada en 1882, si bien no hay registro de su inscripción formal en los anuarios de la Academia. Dio a conocer unos retratos, hechos a lápiz sobre fotografías, en la Exposición de 1881. Mantuvo a lo largo de su vida la afición por el dibujo.
De 1884 en adelante, la actividad musical de Morales Pino se intensificó, como también el éxito de sus composiciones. Vivió un tiempo en Fusagasugá y luego en Ibagué, pero en 1893 regresó a Bogotá y fue aplaudido por las tandas de valses Horas del campo y Los lunares. A la usanza de la época, cada título comprendía cuatro valses diferentes con introducción y comentario final, o coda. En años posteriores, Morales Pino reduciría el número de valses a tres. Pero la popularidad de sus valses iba a la par con el aprecio generalizado por sus danzas y pasillos. Cuando al final del siglo XIX decidió embarcarse en una gira internacional con su obra, era unánime el gusto por los pasillos Chispazo (dedicado a Jorge Pombo, compañero de Soto Borda en la creación de ingeniosos retruécanos y calambures), Rayo X (dedicado al periódico de Soto Borda), El chucho, ¡Adiós!, Isabel, Paulina, Leonilde, El chato, Rumor, Recordando, Pepe, Reflejos, El calavera (cuyo título original era Tres tragos), Confidencias y Saltarín. Todos estos pasillos habían sido publicados, al igual que las danzas Cuba guerrera (marcha con habanera), Cautiva, Genta, María Luisa, Sara y Lira colombiana, los valses Los lunares, Horas del campo, Teresa y Vida bogotana, las canciones Sombras y ¡Ya ves! y las polcas La negra, Beso la mano y Mi capricho.
Armado de un buen conjunto instrumental, y con obras del repertorio europeo y piezas nacionales, Morales Pino se embarcó a Centroamérica rumbo a Estados Unidos, con ánimos de darse a conocer por fuera del país. Organizó un conjunto instrumental que bautizó Lira colombiana en honor al taller, del mismo nombre, de instrumentos del luthier Manuel Montoya, quien fabricara su bandola.
El grupo salió de Bogotá en diciembre de 1898 y realizó una breve gira nacional mientras arribaba a Buenaventura y zarpaba para Panamá. Del conjunto inicial de nueve músicos, prosiguieron la gira seis de sus integrantes. La Lira fue escuchada en Costa Rica, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. En este último país murió José Vicente Martínez y el conjunto continuaría su camino como quinteto. Permanecieron en Guatemala por más de un año, actuando en diversos tipos de audiciones musicales y en armonía con músicos locales. En 1901 decidieron viajar a los Estados Unidos; en septiembre de ese mismo año, se les escuchó en Buffalo en el Templo de la Música, pabellón erguido con motivo de la Exposición Panamericana. Habían pasado por Nueva Orleans, Baltimore, Filadelfia y Chicago. Se radicaron en Nueva York, en donde permanecieron hasta 1903.
Desbandada la Lira, Morales Pino regresó a Guatemala, en donde había renunciado a su vida de bohemio para casarse con Paquita Llerena en 1905 y con su nueva familia llegó a Bogotá en 1912. Nuevamente se dio a la tarea de organizar un conjunto, otra Lira con once integrantes. La temprana muerte de su esposa en 1916 truncó sus planes y retornó a Guatemala para criar a sus hijos con el apoyo de la familia de su esposa. En 1918, y a raíz de las dificultades causadas por los terremotos en Guatemala, estaba de vuelta en Colombia.
Y otra vez recompone un conjunto con el nombre de Lira Colombiana, que en su tercera etapa incluye las voces del dueto de Alejandro Wills y Alberto Escobar. Con esta agrupación se propone realizar una gira por Sudamérica, y parte en julio de 1922 hacia el Valle del Cauca para proseguir a Quito y a Lima, a donde llegan en enero de 1923. De regreso a Bogotá, Morales Pino no contaba ni con la salud ni con los ánimos para organizar otro conjunto musical y reiniciar sus labores. Murió, en condiciones económicas muy precarias, el 4 de marzo de 1926.

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