Por Juan Carlos Garay
DISCOSLuego de componer la música de la película 'Los colores de la montaña', Oriol Caro presenta un variado soliloquio con su tiple.
Sábado 13 Agosto 2011
El título de Tiple colombiano solista con que el músico Oriol Caro ha presentado su primer disco nos ofrece una idea de cómo están cambiando algunos valores en la música del interior de Colombia. Ya en esta columna habíamos reseñado los trabajos de Óscar Santafé y Lucas Saboya, que van por la misma dirección: quieren destruir la idea de que el tiple sirve solo para acompañar. Pero a diferencia de esos ilustres antecedentes, el disco de Oriol Caro defiende en 35 minutos la tesis de que el instrumento abarca sonoridades más allá de las montañas de Colombia.
Caro viene de una escuela tradicional en la que el repertorio para tiple se sigue asociando con un pasado idealizado y casi siempre bucólico: el primer trío al que perteneció se llamaba Añoranza. Nombres de ese orden ('recuerdo', 'antaño') se siguen oyendo cada año entre los participantes del Festival Mono Núñez y, en general, su presencia parece ser sinónimo de sentimentalismo. El columnista Tulio Elí Chinchilla (la persona que más ha escrito sobre el instrumento en la prensa bogotana) lo llama, con arrebato poético, "nuestro nocturno corazón de madera".
Con el paso del tiempo, la búsqueda de Oriol Caro tendió hacia expresiones más innovadoras. Con el trío Colombita grabó, en 2006, una cumbia y un mapalé. Y el año pasado compuso en formas más libres, cercanas a la fantasía, las piezas que conforman la banda sonora de la película Los colores de la montaña. Algo muy cercano a esa expresión se oye en la pieza El jardín de su nuevo disco. Pero estamos en 2011 y la propuesta se ha expandido: sin perder el nexo con el bambuco, que es el género más presente en su obra, hay acercamientos al tango o a la samba. Incluso la pieza Susurros trae ecos de lo que hacía el guitarrista Steve Howe con el grupo de rock progresivo Yes.
"Es un disco compuesto para el tiple y desde el tiple", explica Caro. Su centro es el instrumento, no el género. Y con ese espíritu ha creado un álbum lleno de ecos, un soliloquio donde cada minuto es fresco.
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